Cuando Sonia nos llamó para realizar una sesión a su pequeña nos contó la ilusión que tenía de poder tener un bonito recuerdo de ella. Nos contó su historia, el por qué deseaba tanto hacerle unas fotos y cuanto antes. La verdad es que nosotras mismas nos emocionamos a la vez que nos contagió esa alegría. Teníamos una sesión infantil y queríamos que fuera especial, así que empezamos a dar vueltas a nuestra cabeza.

Por fin llegó el día en que conocimos a nuestra prota; Nerea, una niña alegre, divertida, movida… que nos robó el corazón. Le propusimos a Sonia si quería tener una sesión de estudio y otra de exterior y le pareció buena idea. Comenzamos por tanto en casa.

Empezamos a fotografiar a Nerea con todo tipo de complementos. Ella estaba feliz, sonriente e incluso posaba para nosotras, cosa complicada en niños de esta edad. Lo pasamos genial viendo el desparpajo que tenía. Incluso convertimos tanto a Nerea como a su mamá en unos bellos angelitos.

Antes de terminar la sesión le teníamos preparada una sorpresa a Nerea ¡chocolate a la taza! No lo había probado nunca, pero le encantó. Le pusimos un tarrito en el suelo y poco a poco empezó a probarlo. Sólo había que ver su cara de felicidad para saber que le gustaba ¡Lo comía a manos llenas! jajaja, hasta que acabó totalmente embadurnada en él.

Una vez finalizadas estas fotos le propusimos a Sonia continuar el reportaje fotográfico en la playa, y allá que fuimos. Era un día de sol, pero el agua todavía estaba fría para meterse. Eso no importó. Nerea empezó a jugar con la arena y el agua, hasta que finalmente madre e hija acabaron en la orilla del mar totalmente vestidas olvidándose de nuestras cámaras por completo. Realmente eso es lo que pretendemos. ¡Fue muy divertido!

Gracias a las dos, madre e hija, por hacernos disfrutar con nuestro trabajo.